EL ENCANTO DE LO SIMPLE
Pocas cosas son tan bellas y directas como la montaña. Su inmensidad es un desafío constante.
¿Para qué vas al monte?, me preguntaba un amigo hace tiempo ¿subes a la cumbre y luego qué? Realizamos ascensiones de cuatro horas, para luego estar apenas diez minutos en la cima. En lo efímero de ese momento radica su encanto.
Ahora que los conocidos no saludan, en la montaña sin embargo saludas a desconocidos, siempre lo he vivido así. Ves a pocos usando el móvil, hay que estar atento a las nubes por ejemplo, al viento, a los animales que aparecen, a seguir el camino, a buscar tu ritmo, al compañero que camina a tu lado.
No se puede engañar a la montaña, en ella se descubre la auténtica naturaleza de la persona. Cómo comparte su comida, cómo respeta y cuida el entorno, cómo reacciona al perderse, cómo espera al compañero rezagado. Porque no se deja a nadie atrás; hay que subir, hacer cumbre y bajar todos juntos.
En conclusión; si aplicamos las normas que rigen en la montaña a la vida cotidiana recuperaremos la humanidad perdida.
Totalmente deacuerdo con lo que dices Roberto.
Y por todo lo que dices me gustó ver que el uno de enero de este año recién estrenado, y fieles a la TRADICION tan asentada en nuestra Tierra de empezarlo bien subiendo ese día al monte, y a pesar del frío, de la humedad, y de la espesa niebla, desde muy temprana hora el aparcamiento de Urkiola estaba repleto de coches de montañeros que ese día habían madrugado más que yo para subir al Amboto.