VALORES OLVIDADOS
Mis padres me enseñaron que ambas son virtudes fundamentales. Mi madre siempre compro en la misma pescadería, jamás le dieron mal género.
La ropa en los mismos comercios, con el paso del tiempo se generó una confianza mutua. Habitualmente conseguía descuentos.
Mi padre trabajó más de treinta años en la misma empresa, tuvo ofertas de otras, pero las rechazó. Ambos estuvieron casados más de cuarenta años.
Llevo veintidós años en la misma empresa y a veces que me han hecho sentirme mal por ello. Parece que cada ocho años debes cambiar de trabajo, pareja y ciudad. Cada dos años de compañía telefónica, partido político, equipo de fútbol, marca de coche y supermercado.
Tanto cambio no es bueno. Mi hijo mayor lleva diez años en el mismo club de baloncesto, han ascendido dos veces, ganado y perdido partidos por más de cien puntos, y este año por primera vez ha sido preseleccionado para el equipo provincial.
Mi hijo pequeño ha jugado en dos clubs de futbol, y solo cambió porque ya no había equipo para su edad, aunque ha tenido ofertas de otros. Me gusta pensar que esa fidelidad y compromiso que yo heredé, también la tienen ellos.