NADIE LA PERSIGUE
Cada mañana temprano recorro la calle Prim completa, desde su último número al primero que comienza en la plaza Unamuno en pleno centro del casco viejo.
Seiscientos metros que camino en unos siete minutos. La suciedad es abundante; una docena de heces caninas me obligan a estar atento en mis pisadas (la media es una por cada cincuenta metros).
El número de orines caninos es similar, el grado de antigüedad y olor de estas deposiciones varía, omito detalles por razones obvias.
Abundan lonjas abandonadas, en cuyas puertas el polvo y la suciedad campa a sus anchas acentuando mas si cabe la imagen de abandono y desidia por parte de las autoridades municipales.
Aun resulta mas sangrante, ver en los bares de la plaza Unamuno batallones de barrenderos desayunando y en la calle Maria Muñoz, sus vehículos de todo tipo; barredoras, camiones recogedores, furgonetas, camiones cisternas, …
Cual poderoso ejército, pero que no traspasa la invisible frontera que comienza en calle Prim más que para dirigirse a otros lugares.
Nada me haría más feliz que escribir en unas semanas una nueva carta relatando la limpieza de la que disfruta esta calle con nombre de general.