LA FE CIEGA EN UN PARTIDO HUNDE CIVILIZACIONES
Domingo por la mañana, hora del aperitivo en un bar de un pequeño pueblo vasco, Euskadi profunda, donde en democracia SIEMPRE ha gobernado partido nacionalista.
Entran quince personas cantando con txistu, tamboril, acordeón, y se adueñan del local. Miran sonrientes, mientras en sus pechos lucen con orgullo pegatinas que les identifican como la fuerza política dominante.
Se aposentan en el centro de la taberna y ya todo gira entorno a ellos. El bar es pequeño y el ruido ensordecedor, no se puede conversar. Se comportan como lo que son, los amos del pueblo. Nadie les pone una mala cara.
Decido aproximarme a ellos, animado por la música, al principio se muestran recelosos, pero al ver que me animó a cantar me sonríen. Acabo en el centro del grupo y la sensación es fabulosa. Me siento protegido, arropado, yo canto y ellos me apoyan.
Por fin comprendo lo que es pertenecer a un partido. No necesitas pensar, ni tener criterio propio, solo hacer lo que se te dice y votar a quien se te indica, aunque no te guste, eso no importa, porque es del partido y canta como tú.