EL SHOW DE TRUMAN
En 1787, la zarina Catalina II fue a visitar la península de Crimea.
El gobernador, general Grigori Alexandrovich Potemkin sentía vergüenza por los pueblos destrozados en la guerra Ruso-Turca que se había producido años atrás.
Mandó construir pueblos fantasmas, cuyas casas eran solo fachada con un muro que vería Catalina II. Estas aldeas debían tener el aspecto más próspero posible y el pueblo salir a la calle con sus mejores galas para aplaudir a la zarina a su paso.
Da miedo la autocomplacencia con la que hablamos del Bilbao actual. Es precioso, limpio, moderno e igual de falso que estas aldeas. Con tabernas de diseño, donde jóvenes sin experiencia sirven pinchos elaborados, en obradores externos sin conocer siquiera su composición.
Con un museo norteamericano sobre el que gira la atracción turística de la ciudad y en el que apenas exhibe arte vasco. Con carreras populares donde pagas 7 euros a una entidad financiera por una medalla de latón y un refresco mientras les publicitas con la camiseta.
Y con coches de policía, donde ni siquiera caben los agentes. Prefiero el Bilbao antiguo, sucio pero auténtico. Sin cervezas de importación y con vino que quemaba la garganta.